7/03/2010

Lagrimas de Elefante



Un hueco, un lugar de mi memoria. Haber llegado a India en la noche, sin conocerla. Tantas muertes bajo los pies de elefantes. Que tierra aquella. El mundo no palpita igual fuera de ella.

Lágrimas de Elefante [Estudiando & Escribiendo]
Nueva York – 11/19/2007
Tierra de los Sueños

En ésta ciudad construida de piedra oscura, en ésta ciudad de grafito, te pido que tomes mi mano y camines conmigo al tope de éstas trescientas sesenta y cinco escaleras. Tengo algo que mostrarte.

Viento cálido sopla y toca nuestras túnicas blancas. Sé, que no tienes claro porque llevas puesto una túnica, te digo, yo tampoco. Así es la vida, sube. El silencio es único en éste atardecer, el sol reluciente pero distante, es una tarde clara. No es un desierto, es una ciudad de piedra.

De la mano, entonces, caminamos hasta el tope de las escaleras. Debes mirar lo que te voy a mostrar, te digo. Por fin, llegamos a un descanso donde el graderío llega a su fin. Ahora, ¿dime que ves?

"Veo bajo mis pies una plataforma. Junto a mí, te veo a ti (tú presencia ahora, frente a ésto, pare ser honesto, me es irrelevante, porque estoy en una plataforma al tope de una montaña con una ciudad de grafito a mis espaldas). Directamente frente a mí, a menos de quinientos metros, veo la cima de una colina, donde comienza un camino en pendiente negativa, que debe tener una inclinación algo mayor a -45 grados. Donde comienza el camino, veo una carpa que esconde algún tipo de actividad. Si me preguntas, te diría que ese parece ser el punto inicial para una carrera. El camino que cae, es de tierra. A sus bordes, hay una muchedumbre de gente que mira, grita en silencio y espera. Siguiendo al camino colina abajo con mi vista, veo que la recta gira al final y parece terminar en un pozo. Donde sólo hay un pequeño charco de agua, donde comienza el horizonte..."

Perfecto. Ahora, no dejes de mirar.

Salen de repente, elefantes de la carpa, que se desploma con la actividad. Salen debajo ella, decenas de elefantes a toda velocidad, montados por hombres de piel casi tan oscura como éste grafito. Salen uno tras otro, levantan polvo, y comienzan a correr a toda velocidad, montaña abajo apenas se desprenden de la carpa que los cubría. La gente comienza a elevar banderas, a gritar, a mirar curiosos, para ver que ocurre.

De repente, alguien llega junto a nosotros en la plataforma, y nos dice al oído, "ahora, mírenlo a él, fíjense en ese jinete".

Al principio nos da gracia, y sonreímos, nos olvidamos de lo que ésta carrera representa. Lo vemos al hombre, delgado, intentando mantener el equilibrio y agarrando con todas sus fuerzas a la cuerda que actúa como rienda para controlar a éste animal que ya es incontrolable. Se bandolea de lado a lado en el lomo de su elefante. Su cara, de repente, es de pánico. Desde la colina, en medio de la carrera, regresa a ver a nuestra plataforma mientras su elefante choca contra otros, y, nos mira directamente a los ojos. Por su mirada, comenzamos a llorar. Nadie nos ha mirado de esa manera. Hemos descubierto la pena.

En seguida, deja de mirarnos, pierde el equilibrio, y cae al piso. Como insecto, corre entre los pies de elefantes hacia uno de los muros al costado del camino que resguardan a la muchedumbre. Pasa por debajo de los barrotes, se ha salvado. Logra salir vivo. Aún cuando está ya, en el grafito que rodea el camino de polvo donde corren los animales, su expresión no es de alivio. Aún cuando la muchedumbre lo abraza y le da palmadas en la espalda, lo vemos con ansias. Lo vemos correr colina abajo y desprenderse de los abrazos. Lo vemos llegar al pozo, donde se han reúnido en armonía los elefantes que han terminado la carrera, con sus respectivos jinetes. Ahí, donde toman un baño antes de caminar juntos al horizonte.

Llega éste jinete al final del camino, al pozo, y lo vemos caminando sólo, nervioso, sin su elefante. Por separado, de repente, su abandonado elefante parece darse por enterado y sale a encuentro del jinete. Nos parece lógico y nos emociona. Lo dejaron desmontado en medio de la carrera. El elefante se acerca y lo mira a su jinete, camina hasta estar directamente frente a él. Se miran a los ojos. El elefante se inclina, y con su movimiento, vemos como resbala lentamente una de sus lágrimas, que cae hasta disolverse en el suelo de arena. Lentamente, en un movimiento circular, extiende su trompa, y con ella, abraza una piedra de grafito. La levanta a ésta piedra, y sin titubear, la deja caer sobre la cabeza de su jinete que permaneció quieto durante este proceso, mirando el reflejo de su cara en la lágrima de su elefante. El jinete a muerto. Muere en el mismo lugar donde cayó la lágrima y vio sú ultimo reflejo. Muere en el mismo lugar, donde, el elefante, se bañará, y se quedará a la espera, de una mayor pena.

Hoy, nos dice nuestro acompañante en la plataforma, es el día más triste de su vida, hoy, comienza su soledad.

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